Pequeñas Creaciones

UNADJUSTEDNONRAW_thumb_2b4f.jpg

 

Relatos muy cortos, anécdotas, poemas de momentos perdidos, frases, pensamientos, reflexiones profundas y no tanto. Humor. Cuando me río de la humanidad, es que me estoy riendo de mí misma. Y cuando lloro, no quiero que nadie me vea.

 

escrivint ploma  EN EL DESIERTO DE MOJAVE

Creé este cuento hace unos 30 o 40 años. Siempre me acordaba de él, hasta que en 2009 lo registré y lo incluí en un blog donde publicaba mis «pequeñas creaciones». Aquí presento el original.

«En un lugar del Desierto de Mojave…»

En un lloc del Desert de Mojave hi havia un cactus tan meravellós que cridava l’atenció des de lluny. Alt i esvelt, amb aquelles branques en forma de forca, tan ben equilibrades, que semblava una escultura.

El cobrien unes punxes d’un color gairebé ros amb reflexos blancs, que lluïen al sol como la pell peluda i la cabellera d’un home, l’home més guapo de la terra.
Aquest cactus havia fet una flor. Diuen que aquestes espècies de cactus només fan una flor en la seva vida, i ara el nostre cactus estava florit. La flor tenia un color taronjós daurat, era enorme, i els seus pètals també lluïen al sol, que en reflectien en forma de raigs de llum.

Era un cactus guapo, senyorial, capaç de fer perdre el sentit a tots els éssers que el veien, però és que aquests majoritàriament no en tenien massa, de sentit, i vivien més entre la sorra i les pedres que mirant cactus.

Però un dia va aparèixer volant un ocell femella, que quan va veure el cactus va començar a giravoltar una i altra vegada, enlluernada per tanta bellesa.
Era també una ocell preciosa. Estava coberta de plomes de tots colors, també les ales, i el revers d’aquestes lluïa un color platejat que de nit es multiplicava amb la llum de la lluna. Les plomes eren llargues i coquetes, les podia moure al seu gust per cridar l’atenció, per estarrufar-se amb gestos capritxosos, per volar amb elegància i per caminar sobre terra ferma amb dignitat i un toc d’alegria i finor.

L’ocell va baixar a mirar el cactus de prop, i es va quedar embadalida. El va mirar per tot arreu, i només li va dir: «ets molt guapo» i va tornar a aixecar el vol.
Unes hores més tard, l’au va tornar, i es va tornar a mirar el cactus. La flor taronja-daurat reflectia ara els raigs solars del capvespre, i lluïa encara més la seva bellesa.
L’ocell visitava el cactus cada dia, i de vegades més d’un cop. També havia de sortir a caçar, però d’aquestes sortides no li podia portar res al cactus, perquè aquests no mengen igual que els ocells.

Un dia l’au va tornar a mirar-se el seu “guapo” des de terra, li va donar voltes, li va dir coses maques, i li va preguntar si li agradava que el vingués a veure. El cactus va respondre quelcom que semblava “sí”, perquè va fer un moviment de tot el seu tronc, con si es deixés emportar per un estremiment suau, els pèls i les punxes es varen bellugar suaument, i la flor es va girar una mica cap a l’au, reflectint-li a la cara un petit raig de sol que semblava d’alegria i carinyo.

De mica en mica, l’ocell femella va començar a passar cada cop més temps amb el cactus. Si hi havia hagut vent fort, li netejava amb el bec els borrissols que se li poguessin haver enredat en les punxes. Buscava petites acumulacions de rosada, es mullava una mica la punta de les ales, i amb un suau i delicat moviment d’aquestes com si fos un ventall de plomes, deixava caure unes gotetes d’aigua al voltant de la flor per preservar la seva humitat. Le donava voltes, li parlava en silenci, sense resposta, és clar. Però sobretot se l’admirava, de prop i de lluny, i se li feia difícil imaginar que algun dia deixaria aquell lloc.

Ja no sortia a caçar: s’alimentava de petits bitxets que trobava per la sorra, s’hidratava amb la rosada, i poca cosa més.

Un dia va notar que estava perdent plomes. De no utilitzar-les, les ales estaven perdent força i s’anaven aprimant. Va arribar el moment que ja no podia ni volar, i ja no podia tenir cura del “seu” cactus com abans.

L’au va quedar literalment pelada, i ja no era ni au ni res. El cactus ja ni se la mirava. La flor es va marcir i desaparèixer. Aquella part del desert es va convertir en un no res, on el que més destacava eren la polseguera i la solitud permanent.

(c)Susanna Tisler Steiner 2009

cactus

 

image TRES MUJERES

IMG_1999

–Demasiado “cabizbundo y meditabajo” –las tres mujeres rieron al recordar a su profesora de literatura de cuando el colegio, que las había estimulado a inventar expresiones como ésta, de tanta novela romántica que habían tenido que leer.

–Sí, la verdad es que ese tío debe de tener más problemas que nosotras.

–Ay, pero que ojitos marrones tan bonitos, y cuando pasa por aquí hace una olor tan buena —  suspira una de ellas.

Eran tres amigas que habían ido juntas al colegio, y luego siguieron rutas diferentes: Miriam se casó dos semanas después de recibir su diploma de graduación. Silvia entró a la Universidad, a estudiar arquitectura. Se enamoró de un compañero de clase y se casó con él, dejando la carrera. Maricarmen estudió Medicina, se doctoró Honoris Causa, se especializó en Neurología. Se casó con un colega que vivía y trabajaba en el otro lado del mundo, Nueva Zelanda, o sea que se veían y estaban juntos unas 3 o 4 veces al año, la más prolongada el mes de vacaciones que pasaban o en Barcelona o en Auckland o Wellington dependiendo de si querían descansar un mes en verano o en invierno.

Ese día estaban las tres tomando un cóctel en una terracita muy acogedora, pasando una tarde libre de otoño, el sol ya comenzaba a hacerse más bajo y con un brillo más misterioso que después del largo verano, y el bosque de Collserola dejaba ir, con una suave brisa, los primeros olores de setas, hojas húmedas, árboles que comenzaban cada vez más a enrojecerse, amarillear, amarronarse.

Abrigadas y solas. No querían ni imaginarse que el intrusismo de un resfrío de otoño les estorbase esta calidad de vida que habían ganado con los años. Los cincuenta ya los habían pasado, hacía rato, y realmente habían encontrado juntas, pero cada una a su manera, diversas maneras de disfrutar de la vida.

Miriam llegó a ser con el tiempo la mujer de un importante profesional de la consultoría en ciencias empresariales. Asesor de empresas, profesor y director de programas de una universidad privada de ámbito prácticamente mundial, con sede en Barcelona… Miriam tuvo 4 hijos, 4 ocasiones en que su marido aterrizó en casa, porque viajaba mucho, y cuanto más hijos pequeños, menos oportunidades tenía ella de acompañarlo. Así y todo, el siempre llegaba a casa, ella nunca lo reemplazó ni eventualmente por nadie, pero a los 20 años de casados él enfermó, murió, y Miriam sin imaginárselo empezó a descubrir cosas que pasan en la vida de las mujeres solas.

Silvia dejó la universidad y dejó las grandes creaciones artísticas y profesionales en manos de su pareja. Llevaban casados casi 30 años. Con dos hijos ya mayores, Silvia y Ernesto, su marido, vivían una atmósfera de armonía y “laisser faire” que les daba amplia libertad a los dos. Ambos tenían una doble – o hasta triple – vida, donde cabía perfectamente la complicidad de pareja, la “cana al aire”, salían juntos o separados, y los unía un compañerismo que disfrutaban desde la cama que compartían tanto tiempo hasta las fiestas en que se reunían con sus amistades comunes. Pero Ernesto llevaba ahora un tiempo poniendo a prueba su capacidad masculina de conquista, su comportamiento denotaba cada vez más claramente que “por una de 50 puedo tener dos de 25”, o mejor, “por una de 60 puedo tener tres de 20”. A Silvia esta constatación le dolió, al fin y al cabo habían jugado, y hasta con fuego, toda la vida, pero a ella le pareció que tenía un concepto de la lealtad que ahora sentía traicionado. Comenzó a mirarse los hombres que se cruzaban cada día en su vista con otros ojos: los alegres de las nuevas posibilidades, y los tristes del paso de los años.

Maricarmen era entre las tres la única solitaria profesional. Ella y su marido australiano se habían coordinado tan bien que disfrutaban tanto de su separación física como de su compañía. Si querían hablarse tenían mil medios a su alcance además de la convivencia. Teléfono, Internet, Skype, Whatsapp… Cuando se veían disfrutaban mucho el uno del otro, y no siempre les apetecía forzosamente el sexo. Se comunicaban, lo hacían todo entre los dos. Cada uno era brillante en su profesión y estaba orgulloso del otro. Tenían dos hijos, hijo e hija, que estaban casados a su vez, y vivían lejos tanto del padre como de la madre. Se visitaban, y solían pasar pequeñas vacaciones juntos. Su nivel de confianza y camaradería era perfecto. Y cuando querían cama, o les apetecía hacer locuras, lo pasaban muy bien.

Maricarmen, Silvia y Miriam hacía tanto tiempo que se conocían, visitaban, salían juntas, y compartían su complicidad en tantas cosas, que la soledad para ellas en lugar de ser un estorbo, era un regalo del cielo. Alternaban sus reuniones con otras convivencias diversas. Y últimamente habían descubierto conjuntamente este juego de mirar de manera más lúdica y más divertida al personal que veían pasar por la calle, en un parque, en una cafetería o en un bar. Lo analizaban. Se montaban historias. Miriam y Silvia hasta habían llegado a soñar despiertas con algún cambio de vida. No así Maricarmen.

Acabaron su merienda, quedaron para una salida el fin de semana. Hoy mismo llegaba Henry de Australia y se quedaría un mes y medio. Seguro que habría tiempo para todo.

Entraron en la cafetería para pagar, y vieron un gran revuelo, causado por una noticia que comentaban en ese mismo momento por televisión, sobre el vuelo que viajaba de Auckland a Madrid para enlazar con Barcelona, y que había tenido un accidente. No se sabían más detalles que la más que probable muerte de todos los pasajeros.

Pagaron y salieron en medio de un shock.

En ese momento sonó el móvil de Maricarmen, y casi por primera vez en su vida estuvo a punto de perder el equilibrio.

Era Henry que le explicaba que estaba en casa, que había volado unas cuantas horas antes para darle una sorpresa, pero que en vista de lo que estaban diciendo los medios de comunicación, quería saber dónde estaba para ir a buscarla.

 

 

«Cosas» de mi barrio…

IMG_1186.jpg

 

 

 

ABG_3538.jpg

tislerades – tisleradas – tislerities

Uno no hace lo que uno hace. Uno hace lo que el otro recuerda.

No por mucho proteger, amanece más temprano

Els homes poden ensopegar dues vegades amb la mateixa pedra. Les dones, tres, quatre, vint…

 

 

 

Ésta no es mía: ésta me supera. Pero, de ser mía, sería mi mejor tislerada.

Visto en Cambridge, UK, un día de 2014.

IMG_1151

 

 

 

IMG_1480.jpg

image  Tres Paraules Poderoses
(la Piscina és una escola de vida…cap.1)

Aquest matí he anat a nedar, com Déu mana. Quan ja havia gairebé acabat la meva rutina, la meva companya de carrer em diu: “Et fa res si jo nedo a aquest costat i tu a l’altre? i li contesto “M’és igual”.

Llavors em diu “O potser millor si tu nedes en aquest i jo en l’altre?”  Li torno a dedicar un somriure ample sota les meves ulleres de gripau i el meu casquet de sil·licona i li dic: “M’és igual”. Aleshores resta silenciosa un instant i em diu “I si jo vaig per sobre i tu per sot…? bé, crec que m’estic passant”. I jo torno a dir-li “M’és igual”, acabo la meva ronda, me’n vaig a les escales i surto de l’aigua, sense parar de somriure.

Com l’altre dia, que un noi em va dir “Et fa res si…aquest costat…i l’altre…damunt…davall…”? Bé, llavors no era l’aigua, però li vaig dir “M’és igual”. Després ens vàrem encreuar i acabàrem en costats diferents, però com a mi m’era igual…

Ahir vaig anar a una preciosa verduleria fruiteria d’aquelles que endrecen el producte per colors: verd, taronja, vermells, grocs, més verd… Agafo algunes coses i quan vaig a pagar em diuen “Li fa res si li torno 20 cèntims de menys? és que no tinc canvi”. Li vaig dir: “M’és igual, ara que, agafaré una mandarina”. Em diu l’encarregada “És que una mandarina val més de 20 cèntims i ja tinc el compte tancat i…” Li vaig dir “M’és igual”, vaig sortir cap a la porta, amb la mandarina a la mà, és clar. Bé, li vaig caure tant bé que em va permetre endur-me la mandarina per 20 cèntims i a més em va regalar un grapat ben generós de tomàquets xerry. Em va dir “És que avui hem canviat els preus i jo li ho dóno a preu d’ahir”. No vaig entendre res, però li vaig dir “M’és igual, adéu”

M’és igual. Tres paraules poderoses. Si a més les dius amb un somriure, podries obrir-li alguna úlcera a algú… o apujar-li la tensió…

A veure si aquesta tarda vaig a una joieria i els dic: “M’agradaria veure un anell”. “Com el vol?” “M’és igual”  M’ensenyaran, me’ls emprovaré i triaré un. I em diran: “Són 150 euros” (vaja barra, per un anell de plata). “M’és igual”. “Li ho embolico?”. “No, gràcies, me l’emporto posat”. I sortiré per la porta sense pagar. Quan els vegi córrer rere meu, els cridaré “M’és igual”, i em perdré entre la gentada…

 

TRES PALABRAS PODEROSAS

Esta mañana he ido a nadar, como está mandado, y cuando ya tenía mi rutina casi acabada, mi compañera de carril me dice «¿te importa que yo nade a este lado y tú al otro?» y le contesto «Me da igual». Entonces me dice «O si mejor tú nadas en éste y yo en el otro?» Le volví a sonreír ampliamente debajo de mis gafas de sapo y mi gorra de silicona, y le digo: «Me da igual». Entonces queda un segundo callada, y me dice «¿Y si yo nado por encima y tú por deba…? bueno, creo que me estoy pasando» Y yo vuelvo a decir «Me da igual», acabo mi vuelta, me voy a las escaleras y salgo del agua, sin parar de sonreír.

Como el otro día, que un chico me dijo lo mismo: «Te importa que…este lado…y el otro?» Yo le dije «Me da igual». Luego nos cruzamos y acabamos en lados diferentes, pero como que a mí me daba igual…

Ayer, voy a una preciosa verdulería frutería de esas que ordenan las cosas por colores, verde, naranja, rojos, amarillos, más verde… Cojo algunas cosas y cuando voy a pagar me dicen «¿Le importa que le devuelva 20 céntimos de menos?, es que no tengo cambio». Le dije «Me da igual, ahora que… voy a coger una mandarina». Me dice «Es que una mandarina vale más de 20 céntimos y tengo la cuenta cerrada y no puedo abrir la caja para una mandarina». Le dije «Me da igual», y salí hacia la puerta, con la mandarina en mano, es claro. Bueno, le caí tan bien que me dejó llevarme la mandarina por 20 céntimos y me regaló un puñao generoso de tomates cherry. Me dijo «Es que hoy cambiamos los precios, se lo voy a dar a precio de ayer». No entendí nada, pero le dije «Me da igual, adiós». 

Me da igual. Son tres palabras poderosas. Si además sonríes, es que se le puede llegar a abrir una úlcera a alguien… o subirle la presión…

Esta tarde a ver si voy a una joyería y les digo: «Me gustaría ver un anillo». «¿Cómo lo quiere?». «Me da igual». Y me enseñarán, y me los probaré y elegiré uno. Y me dirán «bueno son 100 euros» (por un anillo de plata, vaya palo). «Me da igual». «Se lo envuelvo?». «No, me lo llevo puesto». Y saldré por la puerta sin pagar. Cuando los vea correr detrás mío, les gritaré «Me da igual», y me perderé entre el gentío.

 

 

image  Il·lusions

M’agradaria…

M’agradaria treure el cap
d’aquest mantell de boiresABG_3561 2.jpg
i respirar aire pur,
i sentir que el cel és encara infinit
M’agradaria.

M’agradaria…

pensar, remugar, dir o no dir,
fer allò que vulgui
sense por
sense cotilla
M’agradaria.

M’agradaria…

saber que tothom és allà on vol
amb qui vol
tant si vol menjar petons
com si vol menjar torró
M’agradaria.

M’agradaria…

que aquest món tan estúpid es capgirés
que els incapaços pensin,
que els capaços descansin
que les idees dormin
perquè ja no són necessàries
M’agradaria.

M’agradaria…

No haver de lluitar per allò que és just
No haver de dormir per oblidar
No haver d’oblidar per no patir
No haver de patir per viure
Viure per només viure:
M’agradaria.

 

Ilusiones

Me gustaría…

Me gustaría sacar la cabeza fuera
de este manto de nieblas.

y respirar aire puro,
y sentir que el cielo aún es infinito.
Me gustaría.

Me gustaría…

pensar, farfullar, decir o no decir,
hacer lo que yo quiera
sin miedo,
sin sentirme encorsetada.
Me gustaría.

Me gustaría…

saber que todos están donde quieren estar
con quien quieran
tanto si quieren comer besos
como si quieren comer turrón.
Me gustaría.

Me gustaría…

que este mundo tan estúpido se diera la vuelta,
que los incapaces piensen,
que los capaces descansen,
que las ideas duerman
porque ya no son necesarias.
Me gustaría.

Me gustaría…

No tener que luchar por lo que es justo
No tener que dormir para olvidar
No tener que olvidar para no sufrir
No tener que sufrir para vivir
Y vivir por vivir:
Me gustaría.

 

 

Imágenes del Parque de la Almáciga:
donde la tierra se fundió con las cenizas de mi hijo.

DSC00617

image  Temps era temps, hi havia un arbre enmig d’un bosc. Aquest arbre entrellaçava les seves branques més elevades amb els altres arbres veïns. Fins i tot compartia amb l’alzina del costat, les cordes d’un gronxador que, fet d’una sola fusta, s’anava desgastant amb el temps. Hivern i estiu, amb fred o calor, es gronxaven els infants de les cases pròximes. Al nostre arbre li agradava veure els nens, alguns molt porucs que no volien perdre peu… d’altres tan agosarats que s’envolaven per l’aire, per sobre de les copes verdes, de fulles perennes.

L’arbre recordava un temps molt allunyat en el passat, quan ell també havia estat una criatura. Un dia un home i una dona molt macos, el van plantar en una terra plena d’arrels, i van dir:DSC00619_Fotor

“Si t’agafes bé d’aquestes arrels, elles t’ensenyaran tot el que necessites. I algun dia, tu també deixaràs caure sobre aquesta terra, les llavors dels teus fruits. I aquestes es faran arbres nous, però tu sempre creuràs que són les teves branques. Perquè la lògica dels arbres no és igual a la lògica dels humans. I la lògica dels humans no sempre entén la lògica dels arbres. I quan passi molt de temps, tu també et faràs una altra cosa, potser una sageta, o potser donaràs forma al mascaró de proa d’un vaixell que solcarà els mars cap a un altre continent, o que no s’aturarà fins a arribar a la lluna o a qualsevol planeta encantat. Però abans hauràs deixat que les teves branques, les que hagin nascut de les teves llavors, es converteixin elles mateixes en arbres complets. Perquè els arbres també tenen les seves lleis de la vida i de la mort. I quan es converteixen en vaixells o en sagetes, seguiran vivint per sempre en la memòria de les seves branques emancipades. I a ells, les arrels i la terra que t’acull a tu, els seguirà acollint. Perquè sempre els arbres tenen coses apreses per sí sols, però allò que els ensenyen les arrels no ho podran aprendre mai de cap altre mestre”.

Un dia es passejava pel bosc un noi que, a primera vista semblava un adolescent rebel, per la forma de caminar i de vestir. Però quan l’arbre el va veure de més a prop, es va adonar que tenia algunes dècades més que un adolescent, que vestia i olorava de manera molt agradable, i que feia cara de voler parlar amb algun element del bosc. L’arbre es va ondular una mica, com si fos un moviment causat per l’aire, i el que volia era oferir-li el gronxador que penjava de les seves branques. Sí, perquè l’arbre veí amb el qual havien compartit gronxador, ja no hi era. Tots els arbres que havien suportat el gronxador havien desaparegut. Ja tot el gronxador penjava d’ell.

I l’home s’hi va asseure, però es va acomodar de costat, amb el cap orientat cap el tronc de l’arbre, i no va trigar res a començar a parlar:

“Hola, arbre. Tu no em coneixies fins ara, però jo porto molts anys observant la teva història. I no voldria que t’enfadis, perquè jo sé que no t’agrada que ningú penetri en el teu espai més personal. Però avui mateix he pensat que volia venir a veure’t. Moltes de les arrels que et subjectaven ja no hi són. Però sé, també, que van incorporar a la teva saba els seus ensenyaments.  Sé que has perdut alguna branca. Sé que tens dubtes sobre la teva metamorfosi eterna per aquest motiu. Però sé, també, que transmets la teva enteresa i la teva valentia a tants, que seran molts els que encaminaran la teva barca, o dirigiran la teva sageta on tu la voldries portar. Segueix transmetent-los sempre l’alegria de viure i de ser qui ets i com ets”.

I l’home es va aixecar del gronxador, va abraçar el tronc de l’arbre i li va besar l’escorça repetides vegades. I va desaparèixer. L’arbre va veure aleshores, que el terra al seu peu s’havia omplert de petites flors de tots colors, totes mirant-lo. I va sentir que havia arribat la primavera.

Susanna Tisler Steiner

Febrer 2016

Hace mucho tiempo, había un árbol en medio de un bosque. Este árbol entrelazaba sus ramas más elevadas con los otros árboles vecinos. Incluso compartía con la encina al lado, las cuerdas de un columpio que, hecho de una sola tabla, se iba desgastando con el tiempo. Invierno y verano, con frío o calor, se mecían los niños de las casas cercanas. A nuestro árbol le gustaba ver a los niños, algunos muy miedosos que no querían perder pie … otros tan osados ​​que volaban por el aire, por encima de las copas verdes, de hojas perennes.

El árbol recordaba un tiempo muy alejado en el pasado, cuando él también había sido una criatura. Un día un hombre y una mujer muy majos, lo plantaron en una tierra llena de raíces, y dijeron:

«Si te agarras bien de estas raíces, ellas te enseñarán todo lo que necesitas. Y algún día, tú también dejarás caer sobre esta tierra, las semillas de tus frutos. Y estas se harán árboles nuevos, pero tú siempre creerás que son tus ramas. Porque la lógica de los árboles no es igual a la lógica de los humanos. Y la lógica de los humanos no siempre entiende la lógica de los árboles. Y cuando pase mucho tiempo, tú también te harás otra cosa, tal vez una flecha, o quizás darás forma al mascarón de proa de un barco que surcará los mares hacia otro continente, o que no se detendrá hasta llegar a la luna o a cualquier planeta encantado. Pero antes habrás dejado que tus ramas, las que hayan nacido de tus semillas, se conviertan ellas mismas en árboles completos. Porque los árboles también tienen sus leyes de la vida y de la muerte. Y cuando se convierten en barcos o en flechas, seguirán viviendo para siempre en la memoria de sus ramas emancipadas. Y a ellos, las raíces y la tierra que te acoge a ti, los seguirá acogiendo. Porque siempre los árboles tienen cosas aprendidas por sí solos, pero lo que les enseñan las raíces no lo podrán aprender nunca de ningún otro maestro «.

Un día se paseaba por el bosque un chico que, a primera vista parecía un adolescente rebelde, por la forma de caminar y de vestir. Pero cuando el árbol le vio más de cerca, se dio cuenta de que tenía algunas décadas más que un adolescente, que vestía y olía de manera muy agradable, y que tenía cara de querer hablar con algún elemento del bosque. El árbol se ondeó un poco, como si fuera un movimiento causado por el aire, y lo que quería era ofrecerle el columpio que colgaba de sus ramas. Sí, porque el árbol vecino con el que habían compartido columpio, ya no estaba. Todos los que habían sujetado el columpio habían desaparecido. Ya todo el columpio colgaba de él. Y el hombre se sentó, pero se acomodó de lado, con la cabeza orientada hacia el tronco del árbol, y no tardó nada en empezar a hablar:

«Hola, árbol. Tú no me conocías hasta ahora, pero yo llevo muchos años observando tu historia. Y no quisiera que te enfades, porque yo sé que no te gusta que nadie penetre en tu espacio más personal. Pero hoy he pensado que quería venir a verte. Muchas de las raíces que te sujetaban ya no están. Pero sé también que incorporaron a tu savia sus enseñanzas. Sé que has perdido alguna rama. Sé que tienes dudas sobre tu metamorfosis eterna por este motivo. Pero sé también que transmites tu entereza y tu valentía a tantos, que serán muchos los que encaminarán tu barca, o dirigirán tu saeta donde tú la quieres llevar. Sigue transmitiéndoles siempre la alegría de vivir y de ser quien eres y como eres «.

Y el hombre se levantó del columpio, abrazó el tronco del árbol y le besó la corteza repetidas veces. Y desapareció. El árbol vio entonces que el suelo a sus pies se había llenado de pequeñas flores de todos colores, todas mirándolo. Y sintió que había llegado la primavera.

 

Susanna Tisler Steiner
Febrero 2016

 

 

 

 

 

 

image  UNA MIRADA INTENSA A L’INTERIOR DEL GUIRI

(Divagacions de Susanna Tisler)

Avui, per motius que no vénen al cas, he baixat caminant des de davant de La Pedrera fins al Moll de la Fusta. A banda de fer les MEVES coses, les que havia de fer, he intentat entendre una mica més a fons què atreu aquell mar de visitants que semblen envair la NOSTRA Barcelona, la que de tant conèixer ens resulta a voltes estranya.

M’he endut algunes sorpreses: els guiris a més de fer cues per visitar les obres de Gaudí, i d’atapeir els passos de vianants esperant (molt més disciplinadament que nosaltres, els indígenes, tot s’ha de dir) que el semàfor s’hi posi verd, o de menjar arrós amb sangria a qualsevol terrassa del carrer, jo crec que ténen l’oportunitat de trobar grans atractius aquí a casa nostra.

Mostres d’artisania, fires de brocanters, són un motiu de visita superpreferit. Abans o després de les «tapas». M’ha cridat l’atenció que en un parell d’ocasions els he vist fer-se fotos amb les obres del carrer al fons. Especialment a Laietana. Pujen als autobusos tan nostrats, de la TMB. amb uns bitllets que intenten ensenyar al conductor, i aquest amb tota la paciència del món diu: «Machine», 7 vegades. Són un grup de set persones, porten set bitllets, i set vegades volen ensenyar-lo al conductor. Set clicks de la Machine i tots en paus.

He dinat en un restaurant de conya, al costat de la Catedral, 11 euros el menú (més barat que a molts llocs del meu barri el Poblenou), una atenció esplèndida, i allà també he vist com el guirisme gaudia de la nostra hospitalitat. I no es desmadraven.

He entrat a una botiga d’aquelles de souvenirs. No he vist barrets mexicans, en canvi he apreciat una enorme creativitat al voltant de les maneres de decorar una samarreta que digui Barcelona: el drac de Gaudí en posicions inversemblants, el trencadís de Gaudí decorant les banyes d’un brau sobre fons vermell… bé això ha estat el més esgarrifós de l’experiència. En canvi he vist unes tasses de cafè que feien goig. No sé si realment representaven Barcelona o no, però segurament allà on se l’emporti el turista li recordaran per sempre la nostra ciutat.

He vist la cua aquella de visitants que van precedits per la típica guia amb una banderola en alt, però una cua tan llarga que m’he posat a contar-los. Crec que eren més de 100 (eeep, he comptat uns 10 grupets de 10, tampoc no ho he fet d’un en un). Hi caben tants en un sol autocar??? Nusénusé…

Algunes parades de TMB les han reemplaçades per parades del Bus Turístic. Un agent de TMB que he trobat m’ha explicat que la idea és que al guiri se’l deixi el més a prop possible del seu punt de destí. I als barcelonins se’ns faci caminar una mica més, que ens hem tornat molt sedentaris. A la Plaça Catalunya això és més que evident.

Bé. En resum. Avui he fet les paus amb el turisme. I no ho dic en conya. Crec que el nostre guiri busca coses aquí i que les troba. I es veuen contents. També he vist una escena que es repeteix en gairebé qualsevol ciutat-capital del món, i m’ha fet gràcia. Tres dones adultes, una adolescent i un home adult. Al peu d’unes escales mecàniques del Corty del Portal de l’Àngel. La nena «papa, espera, espera», i el papa: «a ver si os voy a ir siguiendo toda la mañana, acabar de una vez o me voy al hotel». Normal. El turisme a Barcelona és com a tot arreu.

M’he fet el propòsit de sortir un dia (aprofitaré quan Taysa estigui ja a la impremta que tindré més temps lliure), i miraré de fixar-me en més coses. Això d’avui només ha estat un aperitiu. Estic segura de que la meva ciutat té més cops amagats dels que veiem des de la nostra còmoda o incòmoda posició habitual. Vull arribar a dominar la capacitat de fer jo mateixa una mirada intensa a l’interior del guiri. Avui m’ho he passat molt bé. Repetirem i continuarem…

Susanna 2015

 

image  LA PISCINA

(Capítulo 2)

 

Después de la gastroenteritis, el virus, el dedo cortado (y sus cuatro puntos de sutura), el rebrote de fibromialgia, y el accidente de autobús (no os lo había querido contar, no sabía si sería una noticia lamentada o bienvenida, con su leve traumatismo cráneo encefálico incluido), esta mañana me he ido a nadar. Como siempre, de entre los varios que comparten carril, hay una compañera de aguas excepcional. Después de la primera vuelta, me para y me dice: «Cuidado con los pies, que podemos chocar». Yo me detengo un momento a pensar. ¿Qué habrá querido decir?

Y le pregunto, muy en serio, «Qué quieres que haga con los pies, que me los corte?». Y un poco turbada, me dice, «Bueno…no sé.. es que… bueno, tal vez no tanto…»

Yo suspiro de alivio mientras pienso «Menos mal!!!» Y sigo nadando…el mundo podría estar aún peor, no hay duda